domingo, 6 de noviembre de 2016

Ya ni sé por quién escribo.
Por mí,
digo,
no me reconozco.

Me crece el pelo a una velocidad vertiginosa desde que no tengo tus dedos enredados en mis mechones dándole la vuelta a los relojes de arena.
La última vez que te vi tú te lo acababas de cortar.
Y no me gustó. Y sabías que no iba a gustarme. Pero lo hiciste igualmente.

Espero que me permitas metaforizarte con la ola que me rompió en el pecho nada más pisar el agua después de haber estado diez años sin ver el mar, pero me siento un poco igual: traicionada y nostálgica.

De verdad que he abandonado el lenguaje poético y los sentimientos enrevesados para intentar hacer belleza de nimiedades después de que antes de besarme me dijeses que no sabías qué quería transmitir exactamente.

No voy a escribir acerca de las espinas en mis encías y ojeras color insomnio de tanto pensarte porque para nada sería cierto.

Te pienso ahora. Que estoy sola y el calor corporal ha abandonado todo mi ser y no tengo a nadie que se arriesgue a traerlo de vuelta.
Y me siento egoísta. Por pensarte ahora.
Te pienso cuando me paro a pensar en quién pensaría si tuviese que obligarme a mí misma a vomitar pseudoverdades. No es inercia, no es automático. Programo el recuerdo de tu cara cuando necesito aferrarme a algo. Y lo siento muchísimo.

Me pediste que no escribiese sobre ti y creo que, casi dos meses después, es el único motivo por el que sigo haciéndolo.
No estoy enamorada de ti y jamás llegaré a estarlo. Te he hecho un hueco entre mis folios y es lo más que puedo llegar a ofrecerte.

Espero que sigas follándote a chicas como yo cada vez que te emborrachas.
Sin rencor, de verdad.
Sería un verdadero honor que me buscases en cuerpos que jamás van a volver a ser el mío.

Te guardo como recuerdo feliz. Y eso es lo más verdadero que jamás llegaré a ser capaz de decirte.

sábado, 11 de junio de 2016

De cuando las estrellas no brillaban pero tú me señalaste la Osa Mayor.

«Ojalá nunca hayas leído nada
de lo que te he escrito,
me destrozaría saber que
a pesar de eso no me has buscado»
Mario Benedetti.

La única luz que consigo ver
en mi cuarto
es la del cigarro consumiéndose;
hasta yo estoy en tinieblas.
No es poético,
no es bello,
ni si quiera pretendo

Llevo tanto tiempo
buscando a alguien de colores
para que acabase
con todo el monocromatismo que me rodea
que hasta me he llegado a olvidar
de que mis propias manos
son pinceles.
Nadie mejor que yo
va a trazar soles sonrientes
en el lienzo que es mi pecho.
Nadie mejor que yo
me va a ver en los retrovisores de los coches
y va a pensar que soy arte.
Pero.

Me niego a aceptar
mi imposibilidad para reconocer
que te siento aquí,
y no estás.
Las caricias también dejan marca,
y yo tengo
tus huellas dactilares
impresas en mi pelo
desde aquella noche
en la que hicimos como si nada,
aunque fuese como si todo.

Me asustan
estas ganas infundadas
de volver a besarte.
En mi cabeza está claro:
fue el alcohol,
fue que estábamos jodidos,
fue que hacía frío
y ambos guardábamos hogueras
entre las pupilas.
Pero hoy,
que la sobriedad me inunda
de arriba a abajo,
que he recobrado la estabilidad,
y paseo en sujetador por mi casa
evitando los rayos del sol
y buscando el hielo en su lugar,
explícame qué coño hago
pensando en tus maneras.

lunes, 9 de mayo de 2016

Llueve.
Y observo.

La gente con sus paraguas
y su existencia superflua
corre.
Yo me paro.
Respiro
y entiendo que la vida
no es la antesala de la muerte;
la vida es simplemente eso,
la vida.

Nos empeñamos en buscar motivos
para justificar todo aquello
que no necesita ser justificado.
¿Cuál es la finalidad del arte
más allá de simplemente
ser?
Ninguna.
Pues así con todo.

He encontrado la belleza
en unas gotas de lluvia que,
ajenas a su propia esencia,
morían en los labios de alguien
que sólo era consciente
de ser alguien,
no de ser la tumba
de mero vapor de agua condensado.
Y en los movimientos.
En el sexo.
Los relámpagos.
Los besos que nunca
y las despedidas
que siempre.

Y observo.
Me paro,
respiro
y entiendo que la muerte
quizás sí sea la antesala de la vida.
La belleza también se encuentra
en las explicaciones inocuas que,
ajenas a su propia esencia,
son.

Quizás el arte nazca de la necesidad
de justificar
lo que no necesita ser justificado,
y hacerlo de tal manera
que parezca que su finalidad
sea exactamente esa.

domingo, 27 de marzo de 2016

Cobarde.

Pégala.
Pégala y regodeate
en tu valentía infundada.
Escúpela y dile que no vale nada.
Que es carroña,
tú, cuervo,
y sus ojos tristes son de nácar.
Dile que la quieres
entre vejación y vejación,
mírale el móvil,
el largo de su falda,
controla sus amistades
y no la dejes hablar con nadie
que sepas
que pueda tener el mínimo interés
en su boquita de niñita rebelde.
La muy puta.

Es inferior.
Es débil.
Es cobarde.
Es mujer.
Pégala.

Pégala y conviértete en todo
lo que tanto tiempo te llevan advirtiendo rehuir.
Conviértete en escoria.
Conviértete en deshecho social.
Sé un hijo sano del patriarcado,
y pégala.
Escúpela.
Intenta acabar con cualquier ápice
de la cálida humanidad residente
en su corazón ya amoratado.

Pero atente a las consecuencias.

Somos muchas.
Somos fuertes.
No somos lindas,
ni bonitas,
ni princesas.
Somos combativas.
Nos queremos vivas.
Nos queremos libres y nuestras.
Nos queremos.

Nos seguimos matando, joder.
No pretendamos arreglar un sistema
que perpetúa Eso
con tiritas,
cuando lo que se necesita
es acabar con él de raíz
de una vez por todas.

domingo, 20 de marzo de 2016

Me duele

Me duele Europa,
que no Siria,
ni Palestina,
ni Yemen.
Me duelen los niños
que saben utilizar un AK-47
mucho antes de haber deshojado una margarita.
Me duelen las fronteras,
el barro,
la lluvia.
Me duele este mundo enfermo
que prefiere dejar que todos aquellos
que no tienen nada que llevarse a la boca
se alimenten con pólvora
los unos a los otros.

Me duelen tanto los vencedores
como los vencidos
ya que eso significa
que todavía no hemos avanzado nada.
Que hacer la guerra
sigue siendo infinitamente más fácil
que el amor.
Que se me llenan los labios
de utopías
y señores con traje
siguen bailando,
decidiendo acortarnos las cadenas,
banalizando cualquier ápice de derechos,
vilipendiando a unos seres humanos
que por su culpa
tienen cada vez menos de lo segundo.
Y siento asco.

Cuántas vidas se diluyen
en un llanto que nunca rima.
Cuántos padres han llorado
por unos hijos que ya no.
Cuántos pies descalzos
han soñado pisar tierra
y se han encontrado
con esos sueños de futuro
esparcidos sobre el lodo.

Si esta es vuestra mierda de revolución
yo no pienso formar parte de ella.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Un susurro.

El mundo está hablando demasiado alto
y yo lo único que necesito
es un susurro.

Un susurro que me perfore
el costado.
Que me limpie las lágrimas,
me cubra de margaritas,
me diga: "mi pequeñita,
mi frágil hada azul caos,
qué bien te desvistes".

Un susurro que me abrume,
que clave sus decibelios
en los orificios de mi pecho.
Me lama lascivo.
Me corte el pelo.
Me acaricie el este de mi pie
izquierdo.
Que no haga nada al derechas.
Me cante al oído
canciones que nadie bailará
como tampoco lo hicimos
nosotros nunca.
Me haga romper a reir,
y recomponerme
al llorar.

Necesito un susurro.
Que me hable de revoluciones.
Que revolucione
mi manera de hablar.
Un susurro demagogo.
Que me diga lo que quiero oir
los días
donde no quiero escuchar
nada.
Que baile.
Que baile.
Que baile.

Un susurro que sepa por qué.
No dónde.
Ni cuánto.
Pero que lo sepa.
Un susurro que me evoque
a la literatura.
Que con sus pliegues
me descubra sendas hediondas
donde abandonar mi cadaver putrefacto.
Que con sus pliegues
me presente lagos hediondos
donde abandonar todo lo humano
que quede en mí.
Que es nada.

Necesito un susurro
en un mundo
lleno de palabras carentes de significado
que se pretenden contrarestar
por bocas despeinadas
y atemporales
que creen firmemente
en la convicción total de un grito.

Necesito
                  un
                         susurro.

viernes, 5 de febrero de 2016

Soy mujer

Por Irene
Soy mujer.
Amo mujer,
huelo mujer,
siento mujer.
Y tengo una cabeza
que no me cabe en el pecho.
Y tengo unas manos
nunca cansadas de pelear.
Y tengo unos ojos de colores
por el reflejo que dejaron
sobre ellos los libros.
Y tengo una voz
que se torna escalera
ante las injusticias
de este mundo de plastilina.

Soy mujer.
Y merezco la gloria
y no la pena
Y soy guarra,
y soy puta,
y soy fácil,
y soy libre
y muy mía.
Y visto como quiero
y me deshago cuando me da la gana.
Y tengo unos labios preciosos
que gritan cosas horribles.
Y tengo vello corporal
que puedo decidir
si arrancar o no.
Y tengo unos pechos firmes
que el paso del tiempo
se encargará de marchitar.
Pero nunca las ganas
de seguir luchando.

Soy mujer.
Y puedo no haberlo sido siempre.
Soy la hereje,
la pequeñita,
el blanco fácil en noche estrellada.
Me faltan motivos
y me sobran las ganas.
Vuelo en escoba,
me masturbo en mitad de la plaza,
grito todo aquello
que me prohibieron
hasta decir en voz baja.
Y soy mujer.

Y soy mujer
y mis pezones no son
para consumo ajeno.
Y tengo marcas en la piel
fruto de la opresión
y los convencionalismos sociales.
Y pinto con sangre,
una vez al mes,
mi declaración de intenciones
sobre trajes negros
de personas monocromáticas.
Y hablo de política,
y abro cervezas con la boca,
y ando sobre las aristas
de una sociedad enferma
engendrando el odio en mi vientre.

Soy mujer.
Y me lleno de orgullo
al decirlo.