sábado, 11 de junio de 2016

De cuando las estrellas no brillaban pero tú me señalaste la Osa Mayor.

«Ojalá nunca hayas leído nada
de lo que te he escrito,
me destrozaría saber que
a pesar de eso no me has buscado»
Mario Benedetti.

La única luz que consigo ver
en mi cuarto
es la del cigarro consumiéndose;
hasta yo estoy en tinieblas.
No es poético,
no es bello,
ni si quiera pretendo

Llevo tanto tiempo
buscando a alguien de colores
para que acabase
con todo el monocromatismo que me rodea
que hasta me he llegado a olvidar
de que mis propias manos
son pinceles.
Nadie mejor que yo
va a trazar soles sonrientes
en el lienzo que es mi pecho.
Nadie mejor que yo
me va a ver en los retrovisores de los coches
y va a pensar que soy arte.
Pero.

Me niego a aceptar
mi imposibilidad para reconocer
que te siento aquí,
y no estás.
Las caricias también dejan marca,
y yo tengo
tus huellas dactilares
impresas en mi pelo
desde aquella noche
en la que hicimos como si nada,
aunque fuese como si todo.

Me asustan
estas ganas infundadas
de volver a besarte.
En mi cabeza está claro:
fue el alcohol,
fue que estábamos jodidos,
fue que hacía frío
y ambos guardábamos hogueras
entre las pupilas.
Pero hoy,
que la sobriedad me inunda
de arriba a abajo,
que he recobrado la estabilidad,
y paseo en sujetador por mi casa
evitando los rayos del sol
y buscando el hielo en su lugar,
explícame qué coño hago
pensando en tus maneras.

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